sábado

Lema Orante Semanal



No soy de mí
4 de diciembre de 2017


Hay un tipo de conexión, contacto, comunicación, aproximación, entre cualquier ser y su entorno más o menos cercano, más o menos lejano, muy lejano…

Es decir que podemos darnos cuenta e incluso estar de acuerdo con que necesitamos, como parte de nuestra naturaleza, el conectar con árboles o piedras… o animales… o muy probablemente personas, en número más o menos grande, cercano, muy cercano, lejano…

Es un paso, ese… ese mirar.

Otro paso en el que también se puede estar digamos que “de acuerdo”, es el que nos dice –o nos decimos- que tenemos un diálogo interno. Al decir “interno” nos referimos a un tipo de diálogo que no se suele expresar. A veces se relatan cosas que se piensan, pero hay un contacto de uno con uno mismo.

Raro, ¿no? Entonces, Asdrúbal se dice a sí mismo: “Asdrúbal, ¿te has dado cuenta de lo que has hecho? ¿No crees que deberías beber menos?”. Y Asdrúbal le contesta a Asdrúbal. Dice: “Ya, pero… mira, me desinhibe un poco. Yo soy una persona tímida. Y he pactado con mi hígado que, bueno, que no me dé mucha guerra”.

Y eso se lo dice Asdrúbal a Asdrúbal. Esto es un poco raro. Me explico.

En principio, no sabemos –por ejemplo- si el tigrillo –por no decir el tigre- el tigrillo, antes de lanzarse sobre su presa, piensa: “Tigrillo –el tigrillo se dice a sí mismo-, tigrillo, ¿has calculado bien el vuelo de la paloma? Tigrillo, ¿te has dado cuenta de que la paloma está esperando al palomo y, a lo mejor, cuando te lances sobre la paloma, viene el palomo y te pica los ojos, tigrillo?”.

Y tigrillo contesta: “Lo tengo todo calculado. Déjame de tonterías que esta paloma me la meriendo yo”.

Y uno se pregunta: “¿El tigrillo se hará todas esas preguntas?”.

Normalmente, cuando se ve un programa de animales y tal, pues se suele decir eso: “Y el tigrillo se pregunta y se dice a sí mismo… ‘¿Será el momento, o no?’”.

Y, claro, si te descuidas te lo crees. O preguntas: “¿Y cómo sabe éste que el tigrillo se hace esas preguntas? ¿Cómo lo sabe?”.

Bueno, no lo sabe. Simplemente proyecta en el tigrillo lo que él haría si tuviera que cazar un gorrión. Hay un gorrión ahí cerquita, y le apetece al señor un pajarito frito. Por ejemplo.

“A ver cómo cazo yo a este, a este gorrión, si no tengo la escopeta de perdigones, si no tengo el tirachinas, y sólo me tengo a mí mismo. Entonces, ¿puedo saltar… saltar sobre el árbol, y en un vuelo felino cogerlo con la mano derecha? ¿Puedo, mientras salto, no caerme, y si salto y lo cojo, no caerme, y sujetarme con la mano izquierda a una rama?”.

¿Ven? Antonio José se lo pregunta. Y después de un rato dice: “Antonio José, ¿y no sería mejor abrir una lata de sardinas? Tú fíjate en los riesgos que corres saltándote… Imagínate que el pájaro, el gorrión, se da cuenta de que tú vas a por él y sale volando… ¿Te has fijado en esa rama, que se puede romper? Te vas a pegar una costalada, se te va a salir el hombro y se te va a romper el ligamento cruzado anterior de la rodilla”. “¿Todo eso?”. “Y no vas a coger el gorrión. ¡Qué pena!, ¿no?”. “Pero si tuviera una escopeta, yo le pego un tiro al gorrión”. “Sí, claro, pero no tienes escopeta”. “¿Pues sabes que me apetece la sardina? Además, dicen que tiene omega tres, omega cuatro, omega cinco… O sea, te coloca en las estrellas. ¡Te da un colocón!… Omega. ¡El alfa y el omega! Es como la marca de un famoso reloj. Te marca las horas y todo, la sardina. ¡Qué bárbaro!”.

Y tú dices: “¿Y todo eso lo piensa una persona, pa’ sí misma?”.

Claro, una historia así normalmente no se cuenta, o se cuenta si se ha logrado la hazaña… o el descubrimiento del gran valor de una lata de sardinas; que, por cierto, hay pocas.

Segundo paso: el diálogo interno.

“Pues yo creo, yo creo –se dice a sí misma Afrodita- que este chico no me conviene, pero lo voy a mantener por si acaso. A mí el que me interesa es aquel otro, que se hace el despistado conmigo, pero para mí que le gusto. Pero no sé por qué, pero le he visto algo… que también le gustan los tigres. Y eso me preocupa, aunque dada la situación actual, como Afrodita, me digo: Afro… dita… Y no sé si irme África o quedarme en Nueva York”.

O sea, ¿todo eso se dice una persona a sí misma?, ¿a sí mismo? El gorrión, Afrodita, Ezequiel, Antonio… ¡Pero entonces hay un contubernio de 7000 millones de personas! ¡Qué contubernio interno!, ¡qué revuelto… de ajetes! ¡Un revuelto!...

Segundo paso.



-Luego, hay otro paso que… ¡hum!

-¿Pero hay otro paso?

-Sí, sí. Hay otro paso. Ese otro paso es incidental, accidental, ocasional, inesperado e imprevisto. A veces puede ser insólito o… acompañado.

-¡Por favor! Pero… ¿a qué se refiere?

-Bueno, a eso que… no sé; a eso que no es relación con el exterior, con tierra,piedra, tijera, cartón…; a eso que no es mi diálogo interno: “Y entonces, ¿qué voy hacer con mi pensión, y qué va a pasar con mis hijos, y dónde les voy a comprar el flotador…? Ay, ay, ay”. Como un rap: “Ay, ay, ay. Dónde me voy a pelar. Con estos pelos no voy a llegar. Ay, ay, ay”.

¡Jo! ¡Qué fuerte!

-O sea que se referirá, el tercer paso, a esa sensación, emoción, sentir… difícil de definir.

-Sí. Es algo que no tiene razón, que no tiene explicación, que no tiene diálogo interno; que brota, no se sabe si desde el interior, o que te lo han implantado como un microchip o…; que aparece y desaparece, viene, llega, se aposenta, se acomoda, se va…

Se le puede llamar de muchas formas, sí, sí, sí. Se le puede llamar “amor”, se le puede llamar “sexo”, se le puede llamar…

-Pero… pero eso son muchas cosas.

-Sí, son muchas cosas, y una a la vez. Podríamos decir algo así como: “No soy de mí”.

-¿No soy de mí? ¿”No soy de mí”? Entonces, ¿de quién soy? Soy de… ¿soy de la loma?, ¿canto en el llano?¿De dónde serán? ¡Quién sabe!

¿No soy de mí? Pero, vamos a ver, yo me pertenezco a mí mismo.

-¡Ah!, ¿sí? ¿Seguro? Y cuando pasan esas cosas que acabamos de decir, ¿de quién eres?

-No, eso son… no sé, cosas de la vida, que…



“No soy de mí”.

Sí, siempre se ha dicho: causa-efecto, ¿no?

“Y tú eres la causa de todos mis males, de todos mis llantos, y mi desencanto y desesperación”… Por ejemplo. Por poner alguna cosilla de culpa a alguien. ¡Madre mía!

Pero hay causas… o hay efectos sin causas y causas sin efectos, y eso es lo que me demuestra que no soy de mí.

-¿No soy de mí?… ¿Y de quién soy?

-Pero vamos a ver. Otra vez. ¿De quién soy?

-De mi padre y de mi madre, ¿no?

-No exactamente. Ellos colaboran; colaboran. Pero, además, fíjate en una cosa, Andrés.

-¿Andrés?

-Sí: Andrés. Tú, Andrés. Fíjate en una cosa: ellos colaboran, ¡pero no saben en qué colaboran! ¡Qué ignorancia!, ¿no? O sea, ellos se ponen ahí: tran, tran, tran; al tran-tran o, bueno, o más deprisa. Pero ellos no saben en qué van a colaborar. ¡Es como un suicidio!

-¿Un suicidio? ¡No! ¡Si luego nací yo!

-Sí, sí, pero entiéndeme. Lo normal hoy –además, por ejemplo, en el siglo XXI- es que tú colaboras en esto y sabes qué es lo que vas a poner. Pero, ¿tú que aportas? ¿Lo sabes?

-No. Exactamente no, porque ahora, viendo al niño, al Andrés, ¡vamos!, ¡la madre que lo parió! O sea, ¡no puede ser, ese chico, hijo mío!, con ese malaje que tiene, con esa voz que atruena. No, no. No lo reconozco.

-Pues sí. Tú tuviste algo que ver ahí. O no.

-¿O no? ¿Es una afirmación o una negación?

-Coge la que quieras.



-“No soy de mí”. O sea que…¿Pero es que debo serde alguien…?

-¿Por qué?

-Eso, ¿por qué debo ser de alguien?

-Porque no eres de ti, claro.

-No soy de mí, pero soy el producto de una evolución, de una generación…

-¡Bueno, bueno! Eso, como lo de tus padres.

-Ya.

-Bueno, pues para… no sé si para arreglarlo o para salir de esta incomodidad, podría decir: “Soy de la Creación”.

Por ejemplo, por ejemplo.

-¡Ah! ¿Y que es la Creación?

-No sé. No tengo ni idea. Es tan, tan, tan, que…



-¡Pero yo puedo hacer lo que quiera con mi vida! ¡Pero yo puedo…!

-¿Seguro?

-Bueno, yo me consulto a mí mismo, y consulto a otros, y tomo decisiones, y…

-¿Y…? ¿Y el tercer paso?... El “no soy de mí”, ¿qué pasa con él?



-¿Pero hace falta dar el tercer paso?

-No es cuestión de darlo o no darlo. Es que… “está”. Evidentemente, te puedes dar cuenta… o no, por aquello que dijimos de “imprevisible, inesperado, sorprendente, atractivo, sexual, amoroso”… ¡Psá!

¡Y es más! Se suele decir, cuando aparece esto: “¡Es que yo no quiero dar ese paso! Porque si doy ese paso, ¿qué me voy a decir a mí mismo? ¿Qué pensará Ambrosio, Ricardo, tu prima, mi padre…? ¿Qué pensarán, si doy ese paso?Pero está el paso.

-Sí, sí. Está, está. Y si está, es que hay que darlo. Pero no es tan fácil, ¿eh?

-¡Ah! ¿”Fácil”? No… no entiendo esa palabra. “Fácil”. “Fácil”. “Difícil”. Bueno, dejémoslo. Pero está, el paso. ¿Te puedes dar cuenta de que no eres de ti?

-No soy de mí.

-Pero está el paso.

-Está. Pero si no lo doy, no está.

-Pero está dentro de ti.

-Sí. Está dentro de mí. Pero es que un paso así… dar un paso así, no sé… me parece como… ¡No, no!



Y ocurre, en este diálogo, que se nos muestra que, ese paso, en la mayoría de los casos no se da.

Ese paso de comunión con lo creado; ese paso de aceptación de lo inevitable; ese paso de evidenciar lo sentido; ese paso de reconocer lo vivido; ese paso de testimoniar lo ofrecido.

-Ese paso, ¡ay!, ¡tiene tantas caras!, tantos momentos, ¡tantos compromisos!, ¡tantas exigencias!, que me distrae de los demás y me distrae de mí mismo.

-No eres de ti.

-“No soy de mí”, claro.

-Y si invirtieras un poco menos en tu conexión con el medio…; que no hace falta invertir nada, estás conectado sí o sí.

-Pero me puedo aislar.

-Pero… es una forma de conexión. Y ese diálogo interno es una perturbación.

-¿Una perturbación?

-Sí. Se llama “manía obsesiva, compulsiva, dominante”. Es parte de la psicopatología de la vida cotidiana. Es un runrún, como si tuvieras un escarabajo en la cabeza en vez de neuronas. Y que te hablas y te dices a ti mismo. En otros momentos se llama “esquizofrenia”; o “neurosis”.

-Sí, pero…

-No. No es que sea malo, pero compréndelo; que consultarte a ti mismo es un poco hedonista, un poco soberbio, un poco vanidoso, un poco ególatra. ¡Uf! Corres el riesgo de cansarte de ti mismo. Dices: “Estoy cansado de mí”.

Pero si eres tú, ¿cómo te vas a cansar de ti? ¡Vamos a ver! ¿Cómo una persona se puede cansar de sí misma, si es ella? ¡Si es la persona! Una persona, ¿cómo se va a cansar de sí misma? ¡Es un desastre eso! Si te cansas de ti misma, como persona, te sale una pitiriasis versicolor “de Gibert” –una cosa de la piel-, te puede salir una enfermedad de Raynaud –eso es del sistema vascular periférico-, te puede salir una endometriosis –esto es el endometrio fuera de su lugar-, te puede salir una calva… ¡ja! ¿Qué me dices?

-Pero es que a veces uno se queda harto de sí mismo.

-Claro, es lógico que ocurra, porque has elaborado mucho tu diálogo interno, has agotado el engranaje y ya no tiene dientes para engranar; se ha quedado liso, y resbalas; patinas, ¡hermano!

-¿Resbalo? ¿Patino?

-¡Sí! Es como un freno que no sabe acoplarse al tambor y chirría; no frena. Y claro, viene el ‘desénfreno’. Y entonces viene la metedura de pata, el comentario sin sentido, la violencia incontrolada, el enfado permanente… Bueno, toda esa serie de catervas auto líticas dominantes.

-Hay palabras que no entiendo.

-Mejor. Mejor, mejor, mejor. No hay que saberlo todo. Ya… Porque imagínate que te da una tiroiditis de Hashimoto. ¿Qué vas a pensar?

-¿Eso qué es?

-Pues una enfermedad autoinmune de tu tiroides, fíjate; que estaba tan a gusto en el cuello, en la garganta, ahí, el tiroides, y llegó Hashimoto y te complicó la vida. Porque fue un médico japonés, Hashimoto, que descubrió la tiroiditis de Hashimoto.

-¡Dios mío! Pero… ¿eso existe en Japón?

-Existe en todo el mundo, tiroiditis de Hashimoto –natural de Nagoya-.

-¡Por favor!... Pero si te da eso… Bueno, nada. Quiero decir que…

-Pues tendrás que ir al médico, y te mandará inmunosupresores, te mandará corticoides… te mandará cualquier cosa que se le ocurra, que ya esté ocurrida. O sea, no será nada original.

-Pero… ¿si voy a Japón se me cura?

-No. Si vas a Japón no se te cura.

¡Ay!... ¡Qué frágiles! ¡Qué frágil eres! ¡O qué frágiles somos!



¿Y será, y será que... –por ejemplo en ese caso- y será que, por tanta ralladura de queso, ¿no sería mejor hacer una fondue? En donde el queso no se ralla. ¡Je! Claro, son cachos de queso. Se ablanda, se retuerce, pero no se ralla. ¿No será mejor tomar una fondue, que rallar queso para echárselo a los espaguetis? A ver. Respóndete.

“Sardinas”.

Claro. Es que llega un momento en que la sardina es la reina de la fiesta.

También, en algunos países hay “sardinos”; lo buscan así para que se puedan… relacionar, vamos. Para que den sardinitas. ¡Por favor!

Tercer paso.



-Pero es que… ese tercer paso, ¿hay que dedicarse a él o…?

-No es cuestión de dedicación. Ese tercer paso “está”, “¡es!”. Y como no eres de ti…

Tú tienes que decírtelo: “No soy de mí”. Es parecido a la canción ésa, “No soy de aquí ni soy de allá, no tengo edad…” –es de Alberto Cortez-, pero en bueno. En bueno es decir: “No soy de mí”. Además, queda afectiva, queda generosa, queda como una frase… así, un poco enamoradiza, ¿no? “No soy de mí”.

Entonces, eres de la burbuja del amor, eres de la decisión irrefrenable de un impulso de besos, eres de un poema de explosiones de nubes y de centellas volantes que se aposentan en las estrellas, y que desde allí gritan: ¡Aaaaahhhhhhhh!

-Claro, hacer eso… ¡puf!...



La consciencia de vivir te muestra esos tres pasos en todos los seres. Y la posibilidad de sensibilizarte a ese paso está en el Sentido Orante. Colaboran las meditaciones y las contemplaciones. Pero es el Sentido Orante el que no precisa del exterior ni se gesta del diálogo interno, sino que se promueve por el tercer paso.

¡Sí, sí! Seguramente alguien lo ha pensado. Es semejante y similar al llamado “Espíritu Santo”. Existe un banco que se llama así, “Espíritu Santo”, en Brasil. Los banqueros también tienen alma, porque ¡anda que ponerle ese nombre a un banco!... Es una forma de disimular, para que no se fijen en ti y en tus maniobras.

Pero… ¿por qué, por qué compararlo con el Espíritu Santo?

Porque no se sabe nada de él, pero está. Es una forma de designar ese lado, esa faceta de la existencia: “No soy de mí”.



-Entonces, si no soy de mí, ¿podría decir que soy del Espíritu Santo?

-No.

-Pero podría decir entonces que soy Espíritu Santo.

-Eso está mejor. Quite el “de”.

-¿Yo, Espíritu Santo? ¡Pero yo no sé lo que es eso!

-¿Y…? ¿Acaso en algún momento creyó saber ¡todo!? ¡Ah, sí, claro! ¡Usted creyó saber todo! ¡Ahhh! ¡Eso era parte de la ralladura que se justificaba con el entorno! Y, finalmente, ahí estaba el hombre o la mujer segura de sí misma, seguro de sí mismo, y que lo sabía todo y que lo tenía todo muy claro. ¡Ah, claro, claro! ¡Qué drama!, ¿no? Y ahora, se le dice que es espíritu Santo, y pone como inconveniente para aceptarlo ¡que es que no sabe nada de eso! Pero ¿has sabido alguna vez algo de algo? ¡Eh?

-¡Hombre! Yo…

-A ver. Sinceramente.

-Pues saber… saber-saber-saber-saber-saber, así-así, hasta el fondo-hasta el fondo, no, pero me defiendo… en la calle, en el metro… me defiendo en inglés…

-¿Te defiendes en inglés?

-¡Yes!

-¡Jo! ¡Qué nivel!, ¿eh? ¡Qué nivel!

-¡Bueno!Pero ¿por qué no se queda uno tan tranquilo en el paso uno y en el paso dos?

-Precisamente es por eso: porque las personas, en la mayoría de los casos, con dos pasos, no están tranquilos ni tranquilas.

-¡Pero si tenemos dos piernas, dos brazos!… ¡No tenemos tres!

-Ya… Si cuenta el tronco tiene tres. Lo que pasa es que, claro, “el tronco” –como se decía antes, ahora ya se dice menos- el tronco, pues… no se tiene en cuenta.

-No es un paso.

-No, pero… si tú echas un paso, y luego echas el otro, es para mover el tronco, ¿no? No es para mover las piernas.

-¡Huy qué lío! ¡Huy qué lío, huy qué lío! Vamos a ver. Vamos a aclarar las cosas.

-Eso: vamos a aclarar las cosas.

-Sí. Es cierto. Con el primer paso y el segundo, juntos, suelo estar un poco cojo. Un poco. Y me he convencido de que la vida es así. Y ahora que me dicen que no soy de mí, pues tengo un tercer paso ¡que no conozco!: que me puedo sentar a meditar, a orar, a contemplar… Y me cuesta, me cuesta, me cuesta, ¡porque quiero entenderlo!, ¡porque quiero saber algo de ello!, y resulta que ¡no sé!

-Claro. Se ha llegado a una consciencia de saber, en base a ese diálogo interno, en base a esa relación del exterior… y ahí se ha agotado todo. Y, sobre todo, se ha asumido y se ha aceptado que “se sabe”. Y no se sabe. Porque el objetivo de la vida no es saber. Es estar. Es ser. Es dar el tercer paso.

Convertirse en trinitario. “Convertirse en trinitario”. Asumirse más allá del padre o la madre. Ser –para entendernos- Espíritu Santo.

Y así, con esa actitud, el Sentido Orante alcanza su trascendencia. La meditación alcanza su condescendencia. Y la contemplación alcanza la misericordia.



Tercer paso…



“No soy de mí”.



***