viernes

Lema Orante Semanal



La insolvencia del ser para comunicarse con la Creación

14 de agosto de 2017

Y se ha ido formando tal nivel de consciencia de especie, acotado, que ha hecho… formarse la idea de que todo se ha desarrollado desde el hombre, por el hombre, para el hombre y hacia el hombre –en el término de “especie”-.

Y la consciencia que se tiene del vivir, y de las reglas, leyes, fisiología, anatomía, interpretación… está absolutamente colapsada en la idea que el ser se ha gestado de ello… cerrando cualquier otra interpretación vista desde otra óptica.

Con lo cual, por ejemplo, cuando el ser entra en dificultades, conflictos, problemas –todos ellos, la mayoría de las veces derivados de esa exclusión del hábitat en donde está: el Universo-, cada vez que llegan esas dificultades, recurre a su particular forma de concebir, entender y comprender otras dimensiones que no sean las estrictamente humanas.

¡Pero!... antes de recurrir a esos niveles extraordinarios, ahondará el ser en sus recursos, en sus inventos, en sus descubrimientos, en sus exclusiones, en sus inclusiones…

Cuando acabe –cuando acabe- con esos recursos, y compruebe que no han dado el resultado que se esperaba, entonces empezará a recurrir a otros niveles, a otras súplicas, a otras ayudas. Y lo que es más preocupante: preguntará por qué esas dificultades, por qué esas incomodidades, por qué esos problemas, cuando, salvo excepciones, ha vivido al margen “de”… “Ha vivido al margen de”. Pero luego pide explicaciones; luego pide y pide soluciones.

¿No es acaso un poco contradictorio? ¿No resulta… al menos preocupante, el saber que las súplicas, plegarias, etc., la mayoría de las veces no obtienen respuesta, como si a quien van dirigidas estuviera sordo… o no le importara nuestra presencia?

Pero, claro, si nos fijamos, a la hora de pedir, peticionar, suplicar… todo eso se hace bajo el prisma estrictamente de beneficio y renta, ante dificultades, problemáticas…

¡Y hay otra variante! No solamente la de exclusión y la de petición y exigencia, sino la variante de… asumir: “Que sea lo que tiene que ser”… “Que sea lo que Dios quiera”…

En los tres casos, nos dice el Sentido Orante de hoy, el ser está absolutamente, “absolutamente” desorientado. No está orientado adecuadamente. Cuando dice: “Bueno, que sea lo que tenga que ser”, no está orientado. Ha perdido la referencia Creadora. ¡Ni se la pregunta! ¡Ni indaga en los porqués!

En el caso de la exigencia y de la petición, le está hablando, le está pidiendo… de forma estrictamente humana.
Está “degradando”… la Fuerza Misteriosa de la Creación.

Sí. Ocurre también una cuarta opción, y es: “¡Ah! Es que no sé. No sé cómo hacerlo. No sé cómo pedir, no sé cómo orar”

¿No? ¿No sabe…?

En nuestro caso, no se podrá decir eso.

Pero, en general, sí es cierto que, bajo dogmas, bajo transmisiones de dudosa –muy dudosa- veracidad, ante revelaciones de igual naturaleza, las relaciones del ser con el Misterio son como las de un primo con un sobrino… o con un tío, o con un padre mayor…

Si acaso, a veces se añaden palabras grandilocuentes o magníficas, pero ‘insentibles’.

Y es así… y es así que el ser se desespera, se desorienta –ya estaba desorientado-, se irrita, se desmorona…

Pero es que se comunica, se relaciona con un sustituto que ha nombrado –y al que le llama de una forma o de otra-, con un sustituto de “la Verdadera Naturaleza Creadora”. ¡Hasta el punto de que parece conocerlo!

La falta de encarnarse, de encarnadura del ser en el seno de un Misterio Creador, le hace ser insolvente a la hora de comunicarse, a la hora de interpretar, a la hora de aceptar… o esperar… o esperanzarse.

Se sigue confiando en uno mismo, y en la certeza de que la Fuerza confía en nosotros y que nos avala en nuestras posiciones.

¿Seguro…?

Nos dotó –la Creación- de una configuración de diseño, íntimamente ligada a… el Misterio, a… la búsqueda, a… el descubrirse; ¡a darse cuenta de la propia dotación!, que no es producto de mi acción, sino que se me ha dado.

Somos diseños de adoración.

“Somos diseños de adoración”.

Pero… se pierde; se pierde esa propuesta innata, justamente en base a buscarla con la razón, con la inteligencia, con la investigación…

La consecuencia es que se termina adorando a un modelo ¡heroico!... de la propia especie; a un modelo que no representa a la verdadera dimensión de nuestra procedencia. ¡Y además! –“y además”-, cualquier referencia de equivalencia, de intermediación, que pueda presentarse, es objeto de crítica, opinión… qué hace, qué no hace…

Lo que se suele decir: “Antes de escuchar el mensaje, matar al mensajero. Y una vez escuchado, pues rematarlo”.

Con lo cual, claro, como todo eso está hecho en base a la fiabilidad de cada ser consigo mismo, solo se fía de él.

¡Qué pena! Hasta existe la palabra “con-fianza”. O sea, ¡con alguien!...

Pero no.

Y así ocurre que, unas seguridades con otras seguridades y con otras seguridades, terminan enfrentándose; porque cada uno lo tiene muy claro, y cada uno está certero de su posición. Pero en ninguno de los casos se tiene la referencia de la Creación.

A veces “se usa” como justificación o como aval teórico. “Teórico”.

¡Pero la asistencia de habitar en un Universo no es teórica! ¡Es evidente! ¡Y que se dan las condiciones, casualidades, circunstancias, ocasiones… para que el ser adore y contemple, no es teórico! ¡Es real!

Pero, ¿que el hombre prefiere –por el placer instantáneo y ocasional, y por elevarse él a los altares y colocarse en la posición predominante- seguir los dictámenes de sus normas, morales, costumbres…?

¡Claro! ¡Eso sí!

Cada vez –en cualquier círculo de humanidades- es más obvio y evidente el egocentrismo egolátrico que se hace dogma, que se hace ley. Y que, a su vez –aunque aparentemente sin quererlo-, lo trata de imponer, ese estilo, a todo su entorno.

Y lo que ocurre –claro está- es que la mayoría de la mayoría de la mayoría… sigue esas pautas.

Los amores, destilados de los Dioses, se vuelven refrescos de momentáneos encuentros.

Los enamorados momentos se vuelven opacos cuando transcurren, ¡y se hacen olvido!… cuando se encuentran otros aires.

La devoción, obediencia, servicio y disposición… se hacen condiciones; se vuelven exigentes, demandantes e impositivas.

Y así, únicamente queda la referencia del ser sobre sí mismo; la que él ha elaborado hacia sí mismo. No le sirven –“no le sirven”- ningunas otras referencias. Las escucha, las ve, las mira…; las compara en el mismo plano de las suyas y, claro, ninguna le agrada, ninguna le convence.

Sí; así resulta que se termina diciendo: “¡Qué vida más dura!”.

¡Durísima!... Cuando el ser se empeña en sostenerse por sí mismo, ¡durísima!

Luego, es cuestión de conseguir algunos prototipos de… individuos que superaron esto o aquello, y ya son suficiente referencia como para intentar de nuevo ser “Superman” o ser “Batman” o ser “Robin”.

Pero parece que los sentidos se han cerrado, cuando tienen que salirse de la encarnadura.

¡Parece que no pueden ver ni oír, ni sentir ni escuchar… la Innata Presencia!... que nos mantiene y nos entretiene, nos orienta…; nos pone la referencia, nos sitúa en las excelencias…

Pero, ¡claro!, ¡bajo la óptica de esa Creación! ¡¡No bajo la óptica nuestra!!

Se sigue manejando la idea de que el hombre es la medida de todas las cosas. Así… así todas las cosas serán parecidas al hombre; semejantes al hombre; iguales que el hombre. No habrá ninguna otra cosa –“hombre”, como especie-. Y le ocurrirá a varones y hembras, a niños y a niñas, a adultos, a ancianos… Y, salvo excepciones, quedarán devorados por la propia ¡hambre!

Este Sentido Orante… clama y reclama, al ser, que revierta –que “revierta”- su consciencia de hedonismo personal, hacia la apertura –como flor- hacia lo impersonal, lo fascinante, lo verdaderamente adorable; que parte, o puede partir –mejor dicho- de la consciencia de ¡sentirse vivo!…

Sentir ideas, sentir proyectos… ¡¡Y saber que no son míos!! Que soy “portador”…

Entonces sí podré escuchar; entonces sí podré hablar; entonces sí podré comunicarme; entonces sí podré empezar a interpretar; entonces sí podré rectificar, corregir, ¡cambiar!...

Si no, si no ocurre así, ya se conoce el camino: lo que pudo ser, nunca será; a donde se quería llegar, no se llegará; la culpa, toda será de los demás; siempre se regresará a lo que dejamos o abandonamos… cuando queríamos liberarnos…

Y se terminará diciendo: “Hogar, dulce hogar”.

En el olvido quedarán las nubes, los parpadeos de las estrellas, las tormentas y los rayos, el correr del riachuelo, las mareas, ¡la mar!…

Quedarán como si nunca hubieran existido, aunque siempre nos estuvieron esperando.








***