viernes

Lema Orante Semanal



   Habitamos en un Universo abierto
11 de noviembre de 2019

Las creencias de la especie, en estos tiempos, son creencias cerradas que parten de una condición humana que basa sus decisiones en el poder de la fuerza y la decisión de la violencia; en las búsquedas de posesiones, en sus defensas, y en la persuasión de ataques.
Da por zanjada la evolución… y no se prevé –ni se prevé ni se cree- que ésta sigue actuando.

Es como un círculo cerrado, en el que se vuelve una y otra vez a pasar por las mismas, parecidas, semejantes, similares circunstancias, con respuestas equivalentes, como si el tiempo y el espacio se hubieran acotado; y así siguieran en su círculo, hasta –en algún momento- agotarse y deteriorarse y… fundirse en residuos.

Así, bajo estas perspectivas, las propuestas, proyectos, posibilidades, quedan siempre ceñidas… a unas encuestas que, en mayor o menor medida, aciertan.

El Sentido Orante nos viene a recordar que habitamos en un Universo ¡abierto! 
No es… un espacio-tiempo-velocidad… 
No es un Universo cerrado.
Y esto, de forma balbuceada, lo dice también la ciencia; aunque –“aunque”- también en sus planteamientos se insinúa como algo –el Universo- acotado, limitado… Y aunque ahora pueda estar en expansión, su momento llegará de contracción.

El Sentido Orante, recogiendo también esas perspectivas de consciencia, de ciencia, de saber, nos muestra la imagen de una Creación incesante, continuada, asistida, mantenida.
Nos llama desde el Misterio Creador, para que nuestras consciencias… se adviertan de esa posición permanentemente inacabada, constantemente recreada, permanentemente diferente.


La diferencia ante el abordaje de cualquier actividad, proceso, desarrollo…, supone, en un caso –el del círculo cerrado, completado-… un sentido de derrota, de ganancia ocasional, de límite, de repetición… 
Supone un… nacimiento, crecimiento, desarrollo y muerte… 
Supone que cualquier creatividad está abocada a un fin… de terminar; de ser residual.

Mientras que, cuando asumimos un Universo abierto que se expande y que va creando nuevos espacios en continua transformación, en una evolución incesante…, en ese Universo inconcluso las posibilidades se hacen infinitas; las opciones no… no gustan inevitablemente repetirse.

El sentirnos bajo la expresión de un reflejo de vida que está abierto, y ejercitarnos en este sentido, nos aparta de la repetición innecesaria, nos aparta del error sistemático, nos transporta a otra perspectiva… ¡desconocida! Un verdadero descubrir, en el que cualquier previsión resulta innecesaria.


Si se presta atención, nos podremos dar cuenta de un cierto grado de precipitación, de un cierto grado de aceleración, de un cierto grado de inquietud. 
Quizás, ese “cierto grado” sea el anuncio de… abrir el círculo. El anuncio de darnos cuenta de que no estamos ahí; que hemos gestado un “ahí” para controlarnos, para dominar, para manejar, manipular…

Se da el caso –lo sabemos- de que… manifestaciones de vida, cuando se ven cerradas, sin opciones abiertas, se auto aniquilan, y con ello aniquilan a todo lo que tienen cercano.
Y también se da el hecho de… permanecer, aguardar, esperanzar, saber que llegará la ocasión de… ¡manifestarse como se es!: un Universo abierto, sin cortapisas.
Fíjense. En un caso, la precipitación conduce a “final”: a ratificarse encerrado, a considerarse ya una evolución completada. En el otro, consciente de eso que acabamos de describir, de eso cerrado, sabe que no lo es, pero aguarda. Aguarda porque habrá, sucederá la circunstancia en que se pueda expresar sin drama, sin tragedia, sin final; con esperanza, con cambios, con evolución.
Pareciera que hay una vida que desespera, y otra que espera.
La que espera se sabe que está sujeta, no a sus caprichos y decisiones, sino a las providenciales circunstancias. La que desespera, se siente protagonista, director, ejecutor, de un nivel de autosuficiencia y de cierre… que sólo las creencias fatalistas hacen permanecer, al ser, viviendo de forma trágica.

En lo cerrado, la creencia se agota en sí misma. 
En el Universo abierto, la creencia se acrecienta, no por sí misma, sino por la Creación misma. Pero se ha de estar dispuesto y disponible para ello, como un receptor. 
¿Acaso sale la voz, la música… se crea y se desarrolla ahí, en el aparato que tenemos? ¿O, más bien, eso que oímos o escuchamos, se puede estar produciendo a miles… a miles de kilómetros?

El ser del siglo XXI se cree en una autosuficiencia fatalista. Y como tal actúa y contagia. Hace inútil cualquier oración. Siempre le pondrá fecha de caducidad.

Buscamos un sonido, una expresión mántrica que nos induzca a… ¡disponernos!... en la manera orante de escuchar, para que asumamos una consciencia verdaderamente evolutiva en la que los seres se precisan para poder expresar la vida; y que en la medida en que no se necesitan, se separan, se aíslan, se agotan como expresión de vida.


AAMMMMMMAAAAAmmmmm
AAMMMMMMAAAAAmmmmm
AAMMMMMMAAAAAmmmmm

(Se repite 17 veces)


Si entramos en esa permanente apertura, sentiremos la vibración de la Verdad… y nos mostraremos en nuestro hacer, “fieles a lo revelado”, a lo que reveladamente se nos muestra a través del Sentido Orante, a través de la muestra meditativa, a través de la actitud contempladora.

Dispuestos, disponibles… en el Aliento Creador… sin fin…



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jueves

Llena Orante Semanal


La palabra: el alma del sentir; el alma creadora
4 de noviembre de 2019

La especie humanidad… se encuentra en un efervescente estado de contradicciones, en el que las palabras, las que cuentan la historia, las que tergiversan los sentires, las que ensalzan las magias y los suspiros de enamorados…, ¡las mismas palabras que… se hacen dogma, se hacen ley, se hacen potentes armas que, como un misterioso animal, penetran en las consciencias y las perturban!
Sí se ha expresado… que la palabra es un arma. Realmente debería… o mejor dicho: realmente no es tal arma. La palabra es el alma del sentir.
Pero al ver sus efectos, el ser las maneja de tal forma y manera… que compite con todo con el objetivo de dominarlo. Y la palabra es un estilete que puede variar el curso de cualquier historia.

Al contemplar todos esos medios de comunicarse que ha desarrollado la tecnología científica, observamos que ha ido construyendo otras realidades, en base a palabras… Y quizás, en una multitud de veces, sin importar si eran auténticas, reales, verdades, falsedades…
“Total –¿verdad?- ¡qué más da! Yo cuento una versión… y lo hago con la expectativa de que se la crean. Y así mantengo una faz que me permite gestar en los demás una idea de mi persona… que pueda ser lo más beneficiosa posible para mí”.

Ya decía el dicho, ¿no?: Donde dije “digo”, digo “Diego”. Donde dije “dije”, dije “ojo”…
Podemos jugar con las palabras.
Y decir que la palabra es un arma, pero decir también que la palabra es el alma del sentir. Y podríamos añadir que la palabra es el alma creadora, recordando esa introducción del Evangelio de San Juan, en el que se dice: “En el principio era la Palabra, y la Palabra era Dios, y nada se hizo sin su concurso” –es decir, sin su participación-.

También tenemos la referencia mítica de la Torre de Babel, en la que se construía una torre para llegar al cielo, y la consecuencia de ello fue una caída y una dispersión de los seres, y la confusión de las palabras y la creación de los idiomas. Esto, bajo la óptica mítica.
Sea como fuere, no seguimos el mismo patrón del gato o del perro: que, viviendo generaciones en Shanghai, lo traen a Sisante, y los gatos de Sisante le entienden.
.- Pero ¡cómo es posible, si tú eres de Shanghai y éste es de Sisante? ¡Y se entienden perfectamente! 
.- Porque son gatos.
.- Ya, pero ¿por qué traes un ‘shanghainís’, y lo pones con un guacho, y no se entienden nada? ¡Si son seres humanos también!

Podemos decir, claro, lo que se dice habitualmente: que cada sector humano que vivía en un estado de espacio, lugar y tiempo, desarrolló en base a los sonidos –¿de los pájaros?, ¿o de las tormentas?- un lenguaje que le diferenciaba del resto, de otros.
¿Por qué? ¿Por su inteligencia? ¿Era inteligente, entonces?

Se habla de un “centro del lenguaje”, en nuestra configuración cerebral. Pero ¿no sería un centro universal? Además, se ensayó –sin éxito- “el esperanto”: como la esperanza, ¿no?; como esperando que tuviéramos todos un lenguaje, unas palabras para comunicarnos, para dejar de engañarnos, para dejar de dar la impresión de lo que no somos, para dejar de notificar algo que no es creíble… porque no ocurrió así.

Por otra parte, el receptor, habitualmente tiene su nivel de escucha pre-concebido, pre-juiciosamente escuchante; y, en consecuencia, las palabras que le llegan… ¡mmm!

Los establecidos preceptos, normas, leyes, costumbres, morales y principios, de comunidades, establecen y propician que las versiones que se muestren sean esquivas, dudosas o… impositivas. Pero, en cualquier caso, poco trasparentes.
Sí. El Sentido Orante nos llama para que no se ejercite la palabra como arma, sino como alma creadora, como esa referencia del Génesis en la que Dios Yahvé dijo: “’Hágase esto y aquello…’. Y se hizo. Y vio que era bueno”.
¡Ahhhh! Hagamos de la palabra una muestra de bondad, de alegría, de solidaridad, de… –como se dice ahora- de “empatía”. Y no por ello vamos a perder garantías o importancias personales; más bien al contrario: vamos a perfilarnos de forma transparente para que las palabras, las que emitamos, lleven al que escucha, primero, a escuchar-nos. Y luego, a seguir el origen de esa palabra, en ese ser pronunciada. Y que se descubra bondad, entrega, ¡entusiasmo!...

En el Sentido Orante, las palabras que ha usado la humanidad, fundamentalmente a través de las religiones –diferentísimas formas, especies, maneras-… 
Ha usado básicamente palabras que… ¿hasta dónde llega cuando se dice: “Dios es infinitamente bueno. Dios es infinitamente justo”? ¿Qué… qué entiende el que lo dice y el que lo escucha?
Que es infinitamente inentendible. Impracticable.
¿Es que acaso… bajo el prisma del Misterio Creador, Dios necesita ser infinitamente bueno? ¿Es que acaso… la Creación necesita ¡de nuestra opinión!...?
Creo que es fácil darse cuenta, bajo este prisma, de que el humano proceder, a través del sonido de la palabra, ha conseguido encumbrarse y encumbrar todo lo que pueda existir bajo sus palabras –¡que se referencian en él mismo!-.
Todo un acto de soberbia incomparable.

Pero en la medida en que mantenemos la con-fianza –es decir, que depositamos una fianza para garantizar una posible alteración o deterioro, de lo que sea-, cuando confiamos en la palabra, establecemos un vínculo de comunión que nos lleva a fiarnos los unos de los otros. Y a fiarnos, en el sentido de darnos, y que nos deban. Y en ese devenir, en esa deuda, sentirse endeudado con todo… y, consecuentemente, darle un sentido de recompensa a través del servicio, a través de lo que se puede aportar.
¿No estamos, acaso, en deuda con la Creación, por habernos presentado en este lugar del Universo; del Universo planetario…? Si nos comparamos inevitablemente con otros que expresaron, se expresaron en otros lugares… donde la tierra era infértil; donde los depredadores eran numerosos; donde las contiendas guerreras eran constantes; donde se nacía con hambre y se moría de hambre. 
Y eso está ocurriendo. No es una metáfora.
¿Estamos en deuda…?

Cuando nos sentimos –en el Sentido Orante- endeudados con la Creación, por los dones, por las formas… en que nos ha transcurrido el vivir, no es para que nos sintamos inferiores o incapaces. No, no. Ese lenguaje del silencio, de la Creación, nos hace mostrarnos endeudados para que… a través de nuestras palabras, ¡las cumplamos!, por una parte; y, por otra parte, demos a conocer que nos hemos enterado de nuestra deuda y que, aunque jamás la saldaremos, será un incentivo para mostrarnos claros, expresarnos con virtud…

Pareciera que el Sentido Orante nos reclama algo. No. No hay reclamo. Hay… descripción de lo que somos, hay muestra de lo que hacemos, para que podamos variar, corregir, cambiar…

La silenciosa pausa nos da motivos para… re-visar, re-sonar, re-vivir en las palabras que nos representan; que nos muestran lo que somos.

La belleza que muestra la tierra firme; la insondable sorpresa de las profundidades del mar; ¡la inconmensurable fuerza de una tormenta de rayos y truenos!; la visión de ver… y percibir el crecimiento de una planta, de un árbol, de un vegetal, sin que tomemos constancia de que ha crecido. Y aunque sepamos que lleva ritmos y frecuencias diferentes, y no podemos captarlo, se impregna de un lenguaje contundente; un lenguaje que no emplea nuestras palabras, pero que nos perfilan para pronunciarlas cuando vemos el caudal de un río, cuando contemplamos… el perfume de una flor, cuando poetizamos a propósito de una estrella o de una puesta de sol…
Podemos decir que… todo ese entorno que nos corteja, ¡nos estimula para ponerle las palabras precisas!... con toda la belleza que seamos capaces de expresar. A veces no hay palabras, pero hay gestos, hay miradas, actitudes…

La Creación nos adorna con esas casualidades, suertes, imprevisibilidades, sorpresas, regalos… Y nos vemos en deuda, porque tenemos que describirlos con palabras, para poder compartir y trasmitir experiencias.

Aaaaa-AaaAaaaa…
Aaaaa-AaaAaaaa…
Aaaaa-AaaAaaaa…

(Lo repetimos 16 veces)

Que el don de la palabra, expresado en “Aaaa”… sea el distintivo de poder mostrar nuestras procedencias… y hacernos trasparentes con ellas, con las palabras, para poder apreciar en el otro la presencia de lo Eterno. Y, a su vez, que el otro la aprecie en nosotros.

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martes

Lema Orante Semanal


La seguridad se ha hecho tan especializada que no sabe cuidar
28 de octubre del 2019

Y en la medida en que la humanidad ganaba, conquistaba, tenía, ¡poseía!… fue simultáneamente creando los cuidados de sus posiciones, posesiones, con fronteras, con barreras, con murallas… Defendiéndose, a la vez que buscaba ampliar nuevas parcelas. 
Es así que se fue haciendo cada vez más necesario el establecer medidas de seguridad. 
La consciencia no daba para más, y había que asegurar lo obtenido, lo ¡propio!, lo ganado, lo logrado, lo conseguido.
Una seguridad, con una ¡buena! defensa. Una seguridad, con abundantes sobrantes… insolidarios. Una garantizada seguridad, con los más avanzados recursos. Tanto así, que había que producir para asegurar; asegurarse la producción que pudiera asegurarnos.
La aventura, la viajera imprevisible, la acampada libre del ser en donde quisiera… ¡hasta la huida!, tenía que estar garantizada. Y asegurada.
Todo se vuelve, en la humanidad, ¡un recelo!, una desconfianza, un envolverse en las ‘auto-creencias’… que no se referencian; tan solo en sí mismas.

Y se está… se está en tiempos ¡tan seguros!, que se teme… por la llegada de una gran inseguridad. Era de prever: cuanto más trata de asegurar, más preocupación por carencias o imprevisibles se van a crear. ¡Y las seguridades de uno!..., provocan a las seguridades de otro.

Y así podríamos aventurar –bajo el Sentido Orante-, predecir que, como especie, nos acercamos a un punto crítico.
Las seguridades de unos empiezan a rozar las seguridades de otros, y ya no tengo mecanismos solamente para defenderme, sino que ya tengo que tener previsto atacar.

Punto crítico en el que, perdidas las seguridades, es como… quedarse desnudo sin pretenderlo. Es ponerse a que te desnuden, a que te despojen, a que unos y otros se depreden hasta… desesperarse… 

Y con la sensación de la proximidad de ese punto crítico, es como si se volviera a repetir la teoría de ese Big Bang, enmarcado en una especie: que llega un momento en el que sus seguridades se hacen prietas, y ¡estallan! 
Si mantenemos esa posición que acabamos de decir, bien podríamos aventurar cuál, qué sistema de seguridades tenemos en este planeta, que está en el seno de una galaxia, y que ésta se precipita atraída por un misterio oscuro.

Es curioso contemplar la poca sabiduría que se tiene del Universo. Y con ello, darse cuenta de que las formaciones, las diferentes estructuras se conjugan, se relacionan, se intercambian, se mutan, se transmutan… No precisan de seguridad.
Y ante un modelo… grandioso, cabe preguntarse: ¿Por qué, por qué, por qué, con un modelo minúsculo como el de una especie, se ansíe, se desee, se busque y se inquiete cada ser, cada corpúsculo, por la necesidad de tener seguro lo que tiene?
¿Será que el tener, poseer… es de tal forma adherente, ¡dependiente!, que se llena de miedo –como si no le correspondiera-, y por ello hay que protegerlo?
 Del cuidado –ese ‘cui-dado’ que es signo de suavidad, de respeto, de compromiso-, de ese cuidado se ha pasado a un contingente de defensa… que realmente deja de cuidar. 
La seguridad, el criterio de seguridad se ha hecho tan especializado, que no sabe cuidar.
La desconfianza es tan expansiva –¡tan expansiva!- que… cualquier proximidad, cercanía o proyecto común es motivo de preocupación. 

¡Ay!... Si así actuaran las grandezas de la Creación, nunca hubiéramos existido.
¡Ay!... ¿Por qué la especie… no se referencia en lo Creado, y prefiere engullirse en lo pensado?
Sería casi como decir… que es incapaz de amar algo, a alguien, que no sea él mismo. 
Es como negar el satélite, el asteroide, el cometa, las estrellas… 
Es como negarle al mar su oleaje; al viento, su fluidez; a… el agua, su transparencia.

El Misterio oscuro nos desplaza… 
Nos llevan hacia un viaje absolutamente desconocido. Y nada podemos hacer para evitarlo. Es tal la proporción de ese peregrinaje, que tan solo podemos –sin Poder- CONTEMPLARLO.

Y CONTEMPLO CÓMO ME LLEVAN, CÓMO ME TRAEN, CÓMO ME COLOCAN, CÓMO ME SORPRENDEN, CÓMO ES DE INÚTIL MI... “SEGURO”…

La imprevisible y la inesperada excepción, dicen que “confirma la regla”.
Y si nos fijamos, las excepciones están… correteando continuamente. Y el hombre, en su seguridad, busca la regla. Y cuando cree haberla tenido, aparece otra excepción. Y, en realidad, cualquier regla que haga es un cúmulo de excepciones imprevisibles, inesperadas…
Pero si se cierra a todo ese acontecer, entonces es ¡como si se negara el agua! Es semejante a negarse a comer, a dormir, a jugar… 
“Un atraco a la vida”.

El Sentido Orante nos incita ¡con vehemencia!... a que saltemos de esa concentración engullida, y cambiemos de sentido, para hacernos espiral expansiva. 
De concentración engullida, cambiar de sentido para hacer espiral expansiva. Que es seguir la referencia de… en dónde estamos. 
El sentirse peregrino hacia el Misterio Creador, en el Misterio Creador… es descubrirse cuidado, desde la más pequeña intimidad de nuestros átomos –que regulan sus movimientos, sus dinámicas- hasta las grandes imaginaciones, que nos pueden llevar a hacernos sentir en el seno de la Nada.
¡Parece un vértigo!, pero simultáneamente coexisten, certeros, pulcros, exactos. No, no, no hay espacio para la desconfianza.
El átomo de hidrógeno se siente seguro con su electrón. No demanda seguridades para garantizar su identidad. Está dispuesto a lo que se precise. Tan pronto es combustible, como es agua de vida.

Del plegamiento interior, al despliegue hacia nuevos espacios… conlleva sentirse en la plenitud de identificarse con el gran peregrinaje que, bajo el Sentido Orante, nos lleva a la culminante y Eterna Contemplación.

El Misterio se desplaza ¡como un gran teatro!… que, con muestras instantáneas, nos advierte de la ¡Gran Función!: ésa en la que todos contemplaremos la Gran Creación.

Podemos expresar y expresarnos en ese acontecer… exclamando:

AIIIIAIAIIIIIII… AIIIIAIIAIIIIIIIIIIII… AIIIIAIIAIIIIIIIIIIIIIII

La seguridad es una falacia ególatra de un plegamiento absurdo, que no sabe contemplar su viaje de vida; que olvida el auténtico cuidado. 

Solo cuida, el Amar. Solo cuida… el ser amado que no aspira a poseer; que no busca el destruir; que se guía por la atracción, por la necesidad mutua, por la admiración.

Y con la consciencia de una espiral expansiva ahuyentamos, desde nuestra identidad, el caer en ese punto crítico ¡de estallar!, ¡de desespero!, de desintegrarse…

Que el Complaciente Auxilio Creador –que es permanente y constante- se nos haga permeable…; lo incorporemos a consciencia en nuestra consciencia.

Que el peregrinaje sea de complacencia… ¡necesitada!, como necesitada está, la vida, de aspirar sus esencias inmortales.
              

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domingo

Lema Orante Semanal

UNIVERSARIO DE TIAN
21 de octubre de 2019

No se sabe cuándo fue el principio. ¡Porque no hay! Porque no existe un principio, como comienzo. En la Eternidad, el tiempo se diluye… como lo hace el agua de mar al llegar a la orilla.
Pero cierto es que las manifestaciones de esa Eternidad… aparecen evidentes a nuestras consciencias, tímidamente desarrolladas, en momentos precisos, aunque no podamos saber esta precisión. Pero es “causal”, mientras que nuestra tímida consciencia lo considera “casual”.
Y así, al contar los pasos de cada caminar, el ser va con la memoria… ¡la memoria de lo Eterno!, pero que ha sido vitalmente clausurada, para dejar una estela de la que se encargará… ¡el tiempo!
Y bajo ese tiempo, las manifestaciones –y con esa memoria-… se hacen recuerdos.
¡Ah!... ¡Recuerdos!
Pero la traicionera daga del tiempo es capaz de diseccionar los recuerdos, y quedar ese aroma de… ¡algo que pasó!
Hoy, el Sentido Orante nos recuerda… ¡que no fue algo que pasó! Algo que pasó… recuerdo “manifestado”. Que no fue algo que ahí quedó, y que se le recuerda como algo… “¡Bueno…!”.
No. Algo que se manifestó y transcurrió… paso a paso, ¡desafiando el tiempo!… Haciendo, de cada presente, una acción viva de manifestación. ¡Innovando! ¡Renovando! ¡Aclarando! ¡Descubriendo! 
Que la idea no se quedara en una simple anécdota… cargada de flores marchitas, sino más bien un Eterno Hoy, de Siempre… cargado de perfumes inolvidables.
Y así, el Sentido Orante en TIAN, se hace renovación constante. Se hace guía, vigía, faro, estrella, galaxia o… o la oscuridad generosa que nos permite encender la cerilla.

Cuando la Creación se expresa, se manifiesta sin antecedentes, un nuevo amanecer, un nuevo Universo… aparece. Y, como una “Gracia Creadora”, se desarrolla y se muestra. Y los seres acuden a esta manifestación, con curiosidad, con miramientos, con sospechas, con ¡dudas!, con inseguridades, con miles de preguntas para ver con qué comparar ese nuevo Universo. 
“¿Por qué no es como el viejo: ése de mis costumbres, de mis…? Y resulta que éste no es mío. ¡Y resulta que este Universo es servicio!”.
Es, a poco que los sentidos despierten, ¡asombro! Y los seres se… ¡se asustan a veces! Otras, se van… Y otros se quedan, curiosos, balbuceando, comentando, chismorreando…
¡Sin querer!, tratando de pensar que no es cierto lo que ven, que no es veraz lo que ocurre, ¡que debe de haber alguna trampa! Que por algún lugar y en algún momento se descubrirá el error, ¡el fraude!...
¡Ay!...
Aun a pesar de que las evidencias de cada instante son muestras de una Eternidad Complaciente, aun así, a la humanidad, en su consciencia retorcida, no le parece suficiente.
No obstante, ¡sí esfuerzo se hace! ¡Mucho! Dedicaciones… ¡entregas!…
La manifestación, la impronta Celeste, está para ¡servir!... No para demandar.
De ahí que los seres palpitan en torno a este recuerdo de hoy, en su dedicación, en su participación, en ¡su descubrirse en lo que les han servido!, descubrir lo que cada oración les ha aportado, descubrir cómo se han transformado. Y, así, hacerse integradores de ese servicio; representantes, equivalentes, testimonios de que ese acontecer insólito… ¡convierte! Convierte al que se dispone. Le convierte, sí. Le convierte en un testimonio. En un testimonio de  creatividad, solvencia, magia… Amante de lo invisible. Amante de lo invisible Creador; del Misterio. ¡Que no se va a quedar ahí, en una idea, sino que se va a plasmar en una ayuda, en una colaboración, en una creatividad, en una pieza de alimento, en un ladrillo, en un suelo, en una caricia, en un verso, en un beso…
El ser se convierte en el símil de una cascada que, incansable, ¡insaciable!, vuelca su caudal de agua de vida sobre todos los seres, de forma fresca, fuerte, ¡decidida!
¡Sí! Ya sabe que algunos la preferían tibia, o la querían helada, o la querían por “quererla”; “poseerla”. Pero el salto de agua se identifica con su origen misterioso. ¡No obedece a gustos! No se debe a críticas. No está sometido a querencias. Su salto es hacia nutrir. ¡Su salto es hacia crear!... 
Y así desgrana toda su naturaleza, llegando progresivamente a diferentes lugares; haciendo, del vivir, algo converso… en cuanto a verso, en cuanto a estrofa, en cuanto a mutación; dejando atrás el caduco hombre omnipotente, mandador, ¡violento!: el que quiere, y acumula, y repite y repite incansablemente los mismos errores. Que aboga hasta a su propia desaparición.
No es… no es el caudal del salto del agua, de esa naturaleza. Por eso, el que bebe de ella se convierte. Y al convertirse, se hace salto, se hace agua. Y se vierte de otras maneras. Se hace… de otras formas. Se expresa con otras palabras.
El que ha bebido de ese salto Celeste, no olvidará ese trago.
Luego –¡ay!- sometido al tiempo y a las querencias, huirá, protestará, criticará y rechazará su conversión.
Ni un ápice de esa cascada de agua cambiará su sentir, porque éstos, aquéllos o los otros… disientan, provoquen.

La versión genuina de la Creación no está sometida al juicio humano. Podrán cesar las lluvias, podrá venir un clima perverso, podrán ponerse parapetos para que no caiga ese manantial de Agua Celeste, pero ésta seguirá ¡indiferente!, con su frescura, con su fragancia, con su vapor luminoso, con su ascendencia sobre los seres.

Así, por esas fragancias, está, ¡se presentó!, ¡¡sigue!!... TIAN.
El Sentido Orante es su aval.
No hay interés humano. No hay manipulación ganancial.
Todo lo que pueda parecer como renta o beneficio, es tan solo una perturbación del que lo observa, deseoso de creer en sí mismo, ante el miedo de creer en el Misterio.
¿Miedo…?
No es el salto hacia la conversión, un miedo. No. Te recoge un aliento insospechado. Te recibe… un suelo del que no habías pisado. Te acoge sin beneficio. Y te muestra, como si fuera “siempre”, lo que habías soñado y te parecía imposible.

El miedo se diluye cuando se siente el aliento y la sombra del Misterio Creador. ¡Que se expresa increíblemente diferente y diferente en cada manifestación! Todo momento se hace distinto, para así promover al ser a su diferenciación; a hacerse un diferente testimonio. ¡Que pareciera que no tiene lugar en este mundo! Pareciera que éste no es el mundo para… aclarar y para aprovechar otros recuerdos. ¡Pareciera que este nuevo mundo no tiene sitio en el viejo mundo!
Seguramente –exclama el Sentido Orante-, hacer –teniendo en cuenta el tiempo- un día excepcional de recuerdo vivo presente, en esta ‘calendariada’ de recuerdos, nos lleva al Nuevo Mundo: a esa columna vertebral de tierra firme, del planeta; a ese ¡descubrir!... en el que los descubridores se ensañaron con él. Se volvieron insolentes. ¡Arrasaron! Castigaron.
Era demasiado hermoso, ¡demasiado bello!... para ese mundo codicioso, hambriento, desigual.

En otro nivel, este Nuevo Mundo, TIAN, también se hace presente. Pero no pretende conquistar. Su intención es enamorar. ¡Reclamar y llamar la atención del humano proceder!.... hacia el origen de lo Eterno. Y que se vea y se contemple como la mano de… el Misterio Creador. 
Gracias a su suave aliento de Amor, nos hizo, a la vida, presentes.
Estaba, sin duda, eternamente ahí, el Misterio. 
Pero éste, desde su infinito… –inabordable por nuestra mente- Amor…
Porque sólo esa palabra nos liga a lo que puede ser creador. Y que nos deja con nuestra pequeña capacidad creativa: ésa que, a poco que nos fijemos, es la que nos impulsa a seguir; es la que nos hace levantarnos cuando nos caemos; es la que nos alivia, nos ampara, nos susurra desde el silencio, para seguir…

¡SE-GUIR! 
SE=ES…

SE ES… el que se es cada uno, como muestra, como traza Creadora. Que tiene su sentido, cuando ama; que adquiere su dimensión sanadora, cuando ama; que se hace discípulo en verdad, del Misterio, cuando ama. 
Y eso le hace SE-(ES)-GUIR… ¡sin límites de tiempo ni espacio!
De ahí que en esta conversión no hay obstáculos insuperables; no haya dificultades insalvables. Eso es parte de la mente posesiva, dominadora y hedonista, del ser. Cuando estamos bajo la referencia de lo Divino, no hay impedimentos. Y si aparecen, son la escasa creencia que el ser tiene sobre su propia naturaleza. ¡La escasa creencia que tiene el ser sobre sus propios recursos! 
Y si en él no cree, como heredero de un Amor Eterno, cualquier hacer se hará ¡difícil!, ¡imposible!... Y caerá en el dogma de “lo bueno” y de “lo malo”. Y hoy juzgará esto, y mañana juzgará lo otro. ¡Y pasado, se volverá tolerante! ¡No querrá saber nada del rigor! Querrá hacer su voluntad. Se aferrará al libre albedrío y a la comodidad y ¡a su gusto!, desdeñando así todo lo que le sirven, todo lo que le muestran.

Un nuevo amanecer, que es simultáneo con un nuevo anochecer… Que no se queda en un logro o en un triunfo, sino que se hace disfrute; se hace solución permanente.
SE ES… solución permanente, por la presencia continuada del Aliento Creador.

Y es como anhelo necesario, el expresar esa creencia… ¡de creer!… que soy creado y recreado continuamente.


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viernes

Lema Orante Semanal

El cuidado del Misterio Creador

14 de octubre de 2019

El Misterio Creador da muestras –y debemos apercibirnos, en consciencia- de los cuidos que ejercita en el seno del Universo, preservando ese extraordinario fenómeno de la vida, y recreándose en las diferentes formas y modos, desde los seres más pequeños y microscópicos hasta los seres más complejos. 
Cuando, en ese rango, aparece la humanidad, es fácil –fácil- darse cuenta de que los océanos permanecen en sus cuencas; los ríos transcurren, y se desbordan o se secan; las hormigas tienen sus costumbres –y las abejas, los tiburones, las ballenas-…; el reino vegetal se hace exuberante, generoso… 
Pareciera –y seguramente es cierto- que todos los sistemas vivientes, gracias a los cuales se da el acontecer de vida del ser humano, estuvieran… ¡maduros!, ¡conscientes!, testimoniales, fieles…
Una flor no se vuelve contra otra de su misma estirpe. Un rebaño sigue buscando, en el grupo, su identidad. Una manada de pájaros establece la argucia de parecer un gran pájaro, y lo hace gracias a la unidad de pequeñas unidades.
Y así, al descubrir el comportamiento de lo viviente, nos damos cuenta de ese cuidado del Misterio Creador, para que se haga posible… la supervivencia de una especie como la nuestra.
Sin esas maduraciones, sin esas fidelidades, sin esas ofrendas, sin esas… “servidumbres” –en el sentido más respetuoso de la palabra-, el ser no… no sería capaz de existir; ni desde el punto de vista creacionista, ni desde el punto de vista evolucionista.
Todo parecería indicar que, gracias a esos cuidos, el ser que surgiría sería… ¡espléndido! Y quizás –por si queremos introducir el tiempo- ¡lo fue!, en ese lugar paradisiaco del que nos hablan las mitologías, religiones, etc., o al que vamos a ir –los que sean invitados, claro- cuando transcurra la estancia por estos lares… Si es que concluye.
Y he aquí que, bajo la óptica –sin duda- evolucionista y creacionista, el ser evoluciona o evolucionó, o al menos una partida de seres llamados “humanos” evolucionaron. Quizás otra partida evolucionó de otra forma –u otras partidas-, como nos están demostrando ahora los antropólogos, arqueólogos.
En cualquiera de los casos, llegados a estos momentos y haciendo un rapidísimo trascurrir, es fácil descubrir que, a diferencia de las abejas, perros, gatos, cocodrilos, adelfas, dinosaurios –bueno, ya no están-, a diferencia de todos ellos –desde los seres abisales de las profundidades, a 10000 metros de profundidad en la fosa de las Marianas, hasta los volcanes más intrépidos en que hierve la lava-… a diferencia de todos ellos, el ser humano no… está… maduro. 
¡Bueno! Vamos a dejarlo así, suave.
Fíjense en algo muy llamativo: “no sirve a ninguna especie”. 
Él no considera que la servidumbre es adecuada; y que el servicio tampoco, claro. 
Por extrañas o misteriosas circunstancias, se autonombró “el Rey de la Creación”. Y lo que eran servidores y servidumbres, por ser rey, los convirtió en ¡esclavos! 
Esclavizó a las bacterias, a los virus, a los helmintos, a los platelmintos, a la barrera de coral… a los pájaros… –los encerró en jaulas-…
¿Sabían que desde hace casi cincuenta años –hablando de los pájaros-… sabían que, entre América del Norte y Canadá –sólo en esos espacios-, en cincuenta años han desaparecido tres mil millones de pájaros? Evidentemente no ha sido un holocausto suicida, de los pájaros. No. Pesticidas, fungicidas, rotulación de terrenos, contaminación…
¡Tres mil millones! Sólo en Canadá y Estados Unidos.
Por equivalencias –aunque no está hecho el estudio-, Europa, que es el gran colonizador, debe de tener más o menos los mismos récords. Así que podríamos decir que, en cincuenta años, han desaparecido seis mil millones de pájaros. Con lo cual es posible, a este ritmo, que… que sea una fortuna mirar hacia arriba y ver un pájaro volar.
¡Sin duda!, esa muestra… –no hay que ser especulador, ni populista, no- esa muestra nos da una señal –¿no?- de que… no ya que no respetemos –¿respetar?- la vida –no ya eso-, sino algo más. O sea…
Parece que es tan abundante… ¡Claro! Como pueden suponer, a la pérdida de tantos millones de todas las especies –y curiosamente las más resistentes son las más dañadas, como los gorriones-… alguna especie ha mejorado, pero el desastre es… demoledor. Esto sin contar África, América del Sur… Y evidentemente, como sabemos, las aves emigran. 
¿Quedará desierto alguna vez, de aves, el Coto de Doñana –ese paraíso para el tránsito de cientos de especies-…?
Es un ejemplo. Es un ejemplo de que, al no ser cadena… –sin que ello implique esclavitud- al no ser cadena de servicio a otras especies… 
.- ¡Ah!, ¡ah! ¿No es cadena de servicio a otras especies? ¡Ah! Entonces, entre ellos –los humanos- ¡se servirán espléndidamente! 
.- ¿Cómo?
.- ¡Sí! Si no hacen falta para nadie…
¡Que fuerte es esto!, ¿eh? O sea que tú te vas, ¿y no te echan de menos? Te vas, y el cocodrilo no empieza a llorar –¡con lo que se ha hablado de las lágrimas de cocodrilo!-. Te vas, y los pájaros no cantan “el Mesías de Haendel”, ni silban… ni silban a muerte, llanto y desespero. No.
Y si no estuviéramos, las hierbas crecerían ¡olímpicamente! ¡Guau! ¡Hierbas olímpicas! ¡Ahora no! Ahora ya se encargan los rastreadores de hierbas, los herbívoros humanos, de quemar,  quitar, poner, arreglar…
Es como cuando vemos un jardín arreglado. Un jardín arreglado es un perifollo escaldado. Es difícil traducir esto de “un perifollo escaldado”, pero… pues no sé: un protagonismo… “Voy a hacer el árbol redondito…; le voy a cortar las puntitas…; le voy…”.
También pasamos por eso aquí, una vez, un tiempo, hasta que… alguien dijo: “¡Se acabó! Dejemos que… dejemos y sirvamos al jardín, según él quiera ser”.

Parecería –como hemos dicho- que entonces, al sentirse tan libres –porque más libres que eso, “que no se les precise”-, ¡tan libres!, y todos a su servicio, cabría esperar que esa especie, comunitariamente fuera por lo menos guay, guay, guay –tres veces guay-. O guau, guau, guau –tres perros distintos-. O miau, miau, miau… 
Pero… va a ser que no. Va a ser que no.
Veamos cómo se interpreta este ejemplo. Verán. Existió un personaje inglés… 
Que ahora están de moda, porque es United Kingdom; acuérdense de que “país”, como país-país, no existe: está Gales, Gales del Norte, Gales del Sur, los…. iba a decir los vikingos e indonesios, no, los irlandeses… O sea, todos se han juntado ahí, en United Kingdom. Eso. Sin duda, el mayor imperio dominante de la historia, en cuanto a influencia.
Pues existió –fíjense- un personaje curioso. Sí, curioso. Que todos habrán oído hablar alguna vez de él. Incluso hay una película de una parte de su vida. Nos referimos a Sir Winston Churchill. Así, de entrada, era un personaje esperpéntico donde los haya, desde el punto de vista simplemente humano. ¡Pero!, pero… hablando de especie y hablando de humanidad, resulta que esa casta… 
¿Saben? Cuando Churchill visitó la India, entendió perfectamente su condición. Y afirmó que, efectivamente, las castas las habían inventado los ingleses. 
Sí. Porque… –bueno, si no lo saben, se lo digo- hay una casta en Inglaterra, como las hay en todos los demás países, de los aristócratas, de los importantes… ¡Pues de esa casta era Churchill! Fíjense hasta qué punto se servía de todos que, cuando había una mosca –ponemos el ejemplo de la mosca porque tenemos mucha experiencia-, cuando había una mosca donde él estaba sentado o aposentado, ¡fíjense!, llamaba a un criado para que matara la mosca. O sea, él no cogía el matamoscas. ¡Jamás! Y tenía por orgullo el saber hacer un huevo cocido. ¡Aunque jamás lo hizo, pero vio cómo se hacía un huevo cocido! Diríamos aquí, en galego: “¡Manda carallo!”.
But, but, but… ¡Pero, pero, pero!… esa casta… ¡anda, que mandar que venga un criado para que te mate…! ¿Saben ustedes? Estuvo preso en Sudáfrica, y consiguió que la cárcel le permitiera tener un barbero para que le afeitara todos los días. 
¡Vaya pájaro!, ¿eh? ¡Hablando de los pájaros!...
Por supuesto, además de eso, sus costumbres ante el entorno eran absolutamente personales y ponía de los nervios a todo el mundo. Pero fue un personaje clave, sin duda, en la Segunda Guerra Mundial. Era el personaje necesario.
Pero a lo que íbamos, no nos derivemos.
Verán. Esa casta privilegiada… –en este caso el ejemplo es inglés, y en este caso el ejemplo es Sir Winston Churchill- esa casta privilegiada sabía, tenía consciencia de que –pongamos en el caso de este señor- lo primero, lo único, lo primordial, lo absoluto y lo preponderante era servir a su comunidad, gracias a todos los servicios que recibía de ésta. 
Primero, segundo tercero y cuarto: servir a Inglaterra, a su país, con decisión y con tal –aunque viviera una vida esperpéntica, gracias al servicio que les daba-.
Pero había una prioridad… ¡absoluta!, ¡indiscutible!, ¡no negociable! 
¡Qué bueno!, ¿no?, si otros –en este caso, políticos- hicieran lo mismo. ¡Era prioritario! Como cuando alguien ama a alguien de verdad: es prioritario. No… “¿Pero existe…?”. “No, no, no. No existe nada más que eso. Bueno, existen más cosas, pero es prioritario… permanentemente”.
Y aquí viene la interpretación de esta referencia que hacemos: ¿sería prioritario, entonces, como especie privilegiada, que tuviéramos un sentido de la convivencia, de la relación, del afecto, de la colaboración, de la realización… ¡fantástico!? Sería lógico, ¿no?
Sí, sería lógico. Pero no lo es. 
¿Y qué sistema ha establecido…? –sintéticamente, ¿eh?, sin pretender englobar a todos-… pero ¿qué sistema ha establecido entonces la especie humanidad, que no le da prioridad absoluta a su posición –como especie global- como una casta excepcional? 
Ha seguido el criterio de prejuzgar, juzgar, condenar… e imponer una pena.
Ese es el resumen convivencial. En el prejuicio estarán obviamente todas las xenofobias, todos los racismos… por pensamiento, palabra, obra, color, equilibrio, armonía, belleza, sistemas, religiones... ¡Si habrá prejuicios!...
Jueces… ¡Ah! El gran fenómeno del miedo. ¿Por qué da miedo el juez? O mejor dicho, sería: ¿Por qué tiene que haber un juez? ¿Quién instauró el juicio? Un poderoso que se sintió superior a otro, y el otro no supo cómo librarse de… 
Algo así debió de ser. Y así, poco a poco, cada uno se fue haciendo juez.
 .- ¿Cada uno? 
.- Sí, sí. Cada uno. No solamente existen los jueces –que existen, ¿no?-, sino que existen siete mil trescientos cincuenta y siete –y subiendo- millones de jueces. Millones.
.- ¿Siete mil?
.- Sí. Y todos, cada uno en su parcela, prejuzga, juzga, condena.. 
.- ¿Y se absuelve a alguien?
.- ¡Ohhhh! Bueno ¡Ohhhh!... Primero se le condena. Lo primero. Y luego, cuando cumpla la pena: “¡Bueno, ya veremos!”... O se le da el indulto para darle más miedo todavía y para hacerle más esclavo: “Porque gracias a mí te he indultado. Te he aceptado en el seno de mi familia. Me tienes que estar agradecido”.
¡Qué hipócrita especie!
Pero tenemos esa posibilidad que nos brinda el Sentido Orante, de hacernos ver ese derrotero que hemos seguido, gracias a las referencias de sistemas vivientes de los que nos servimos para vivir.
Y en cambio, al tener ¡todas esas referencias!, no cogemos ninguna. Fracciones, por momentos, “se parecen a”, pero no cogemos ¡ninguna!... sino que cada uno, en su estirpe y momento, exige sus leyes y sus normas. Y prejuzga, y se erige en juez. Y claro: “Si no haces lo que yo quiero, serás juzgado. Y, por supuesto, condenado. Condenado a mi silencio, condenado a mi falta de colaboración, condenado a castigarte, condenado a darte miedo”… 
El miedo, el miedo, el miedo, el miedo está ahí revoloteando.
“¡Ah! Tú haces esto…”. Pero el pre-juez –el pre-juez, el prejuicio- te advierte: “Pero ¡ya verás, ya verás…!”.
¿Hay mayor miedo que la amenaza? 
“¡Ah!, sigue así, pero ya verás…”.
¿Alguna vez la Creación nos ha hecho eso?
.- Sí, ahora estás contento, ¡pero ya verás cuando… cuando tengas que llorar! ¡Ya verás!…
.- ¡Pero déjame estar contento un rato!, ¿no?
.- No, ¡ya verás! ¡Eso se pasa, eso se pasa!… Ahora haces surf, pero ¿y cuando no puedas hacer surf, qué? ¿Qué será de tu vida? Si no eres surfista, ¿qué será de tu vida?
.- ¡Hombre!, hay más cosas.
.- ¡Ya! Pero piensa en ello, cuando te caigas de la tabla.
¡Joder! ¡Hombre! Pero es que eso te lo dicen por arriba, por abajo… Y da igual que seas surfista, carpintero, ebanista, fontanero… 
“¡Ya verás cuando se te reviente una tubería en la cara! ¡Ay!... Te destrozará. ¡Ya verás!… ¡Qué profesión más mala tienes! ¡Ahhhh!... ¿Médico, médico? ¡Lagarto, lagarto, lagarto! Serás drogadicto. Ya verás, ya verás, ya verás… Ya verás cuando te guste el vino, serás alcohólico. Ya verás, ya verás, ya verás, ya verás”.
Y así, “ya verás, ya verás, ya verás”, llave con llave, con llave con llave, pues candado con candado. La amenaza constante. Permanente. El juez, el prejuez. Y el miedo, ¡claro! Te amenazan tanto y te advierten ¡tanto!, que finalmente dices: “¿A ver si tienen razón? ¿A ver si va a ser verdad?”… Y claro, mientras ves, dejas de ver. Y al dejar de ver, pues no te mueves, y haces lo que otros dicen.
“Otros” pueden ser: amigos, padre, madre, hermano, tíos, sobrinos, vecinos… 
.- ¿Y tú que vas a hacer?
.- Yo, lo que me digan.
.- ¿Quién?
.- No sé, el que más mande.
.- ¿No parece que…? –a manera de conclusión-. ¿No parece que es un poco imberbe esta especie, comparada con…? O sea, ¿no da la sensación de que es un poco… inestable?
.- “Inestable”.
.- Sí… Narcisista?
.- Narcisista.
.- Prepotente…?
.- Pre… prepotente.
.- Ignorante…?
.- ¡Noooo! ¡Somos sapiens-sapiens! 
Y es curioso: basamos nuestros consejos y nuestras formas de amedrentar, en las antiguas formas de esclavitud. ¡Es curioso! Salvo escasos ejemplos, los que te amedrantan, te amenazan, te auguran, se basan para ello en lo que pasó, terrible y duro. ¡No aportan nada nuevo! 
“No. Es que ya se sabe que esto pasa así. Ya se sabe…”. 
Pero estamos aquí para que pasen los designios de la Creación, a nuestro través. No estamos aquí para repetir la misma canción de cantina, arrepentida.
¡Ay!...

¿Y si, bajo el sentido de no amedrentar, y si bajo el sentido solidario, y si bajo el sentido sin prejuicios de no sentirse superior, y si bajo el sentido de no juzgar –y lo que se sepa se comparta, se compagine-, y si bajo el sentido de “no condena”, y si se sabe apreciar el valor de cada ser y se sabe ver en él sus virtudes, sin estar en la crítica y en el punto de vista, y si se sabe no condenar… ¡no condenar ninguna información!, ninguna formación, sino saber amplificar nuestro sentido perceptivo, ¡y saber evaluar lo que nos ofrecen!; saber apreciar lo que somos capaces de mostrar, descubrir, aprender…; y si no es la pena lo que clama por no haber logrado o conseguido esto o aquello…; si eso no es, sino que, por el contrario, es el amoldarse, el adaptarse ¡y el aportar… sugerencias, ideas, proyectos!… todo ello encaminado hacia otra humanidad, en una Escuela de Vida…?
¡Y si resulta que nos toca a nosotros aportar esa gota?... Esa gota sin prejuicios, sin juicios, sin condenas, sin penas… y, en consecuencia, con convivencias, con adaptaciones, con solidaridades, con simpatías, con empatías, con… con el gozo del descubrir, con la alegría del aportar.
¿Y si como comunidad humana –y toda la humanidad es una comunidad-, pero como muestra de comunidad humana, en este tiempo manifestado, asumimos este Sentido Orante como una referencia de espiritualidad, como una referencia “almada”..? 
¿Y podamos, en consecuencia, evolucionar… y reseñar lo que virtuosamente se da, gracias a las dádivas de cada uno…?
Es posible.

Es posible.

Sí.


***


miércoles

Lema Orante Semanal


LA VIDA NO NECESITA QUE SE OCUPEN DE ELLA

7 de octubre de 2019


Y a través de los sucesivos y progresivos poderes que el ser de humanidad fue, está, y previsiblemente seguirá adquiriendo, sobre su propia especie y sobre todo lo viviente, eso le hace gestar una consciencia permanentemente ocupada, pre-ocupada.

Es como una invasión a lo que no es propio. Es la ocupación como una forma de “vivir preocupado”. Hacer, de la vida, una preocupación. Y obviamente, luego, una ocupación permanente.

Podría decirse –exageradamente- que el hombre actual da por perdida la vida, y él la tiene que salvar. Exageradamente.

Esa preocupación, esa ocupación… invasiva, arrogante, no permite que la vida en sí muestre sus recursos, sus medios, sus dotes.

Y en vez de emanar, como fuentes, las diferentes posibilidades, éstas se ocupan, se pre-ocupan… por el ejercicio constante de poder.

El famoso dicho “querer es poder”, encierra un querer de posesión; de ocupar posiciones…, que no es la idea de superar con recursos propios y descubiertos. No. Es la idea de ocupar y expandir el dominio, ya sea de ideologías, ya sea de religiones, ya sea de opiniones….

Imaginarse por un instante, en este Sentido Orante de hoy, que ¡de repente!, milagrosamente, no tienen preocupaciones. Se ríen, ¿verdad? Porque es imposible. Perdería sentido la vida. Si no estoy preocupado por algo, perdería sentido. Tengo que estar ocupando, ocupándome de la vida, cuando la vida no necesita que se ocupen de ella.

Es tal la penetración del poder, que nos recuerdan permanentemente que tenemos que preocuparnos de nuestra salud, preocuparnos de la inteligencia y el desarrollo cognitivo de nuestros hijos, preocuparnos de si son disléxicos, ‘apréxicos’ o anoréxicos, preocuparnos por… O sea… ¿hay algo de lo que no haya que ocuparse? ¿Hay algún territorio virgen que pueda permanecer sin ocuparse?

Da la sensación… –sin saber por qué da esa sensación, pero da la sensación- de que, cuando observamos o contemplamos cómo transcurren los aconteceres, cuando hacemos uso de algún conocimiento sencillo de la actividad de una galaxia o el comportamiento lumínico del sol, da la sensación –la sensación- de que todos esos procesos… no están preocupados.

Parece como si vivieran desocupadamente, las estrellas y la vía láctea…

Despreocupadamente, la tierra gira y se traslada…

¡Sí!, será por aquel Big Bang y aquella fuerza inmensa que le hace girar y girar y girar y girar. ¿Se parará algún día? ¿Se imaginan por un momento que la tierra se pare? Nos caeremos… ¡Ahhhhh!...

 A lo mejor en ese instante nos damos cuenta de la inutilidad de nuestro poder. Pero, mientras tanto, el ser de humanidad vive secuestrado en su propia ansia de apoderarse y ocupar –a través de la preocupación- los espacios vitales de todo lo que encuentra a su alrededor:

.- ¡Ay! Estoy preocupado por tu futuro

.- ¿Y por qué no te ocupas del tuyo? ¡Qué manía!, ¿no?

.- Es que me preocupa qué va a ser de ti lejos de casa.

.- Pues… preocúpate tú de llevar tu casa.

¡Es increíble!...

Eso se condimenta con solidaridad, maternidad, paternidad, ‘hijastridad’… o sea, con el mejunje familiar. Entonces, tienes derecho a ocuparte, preocuparte, a seguir las huellas del oso cavernario que existió hace 5000 millones de años. Ni siquiera a él le dejas tranquilo.

.- ¿Y qué comían los Neandertales?

.- ¡No sé! ¡Lo que encontraban!

.- No, es para saber por qué la alimentación ha evolucionado hasta llegar a la lechuga.

.- Pues… sí… sí… Muy interesante. Muy preocupante.



Y así se ven humanidades taciturnas, transitando por vías, estancias, aviones, trenes… preocupadas, ¡ocupadas!

Sí, quizás sea una visión un poco apocalíptica, pero lo cierto es que la ocupación, la intervención siempre sistemática en asuntos que no nos competen –y esa preocupación se hace para ¡imponer!... nuestros criterios- resulta, además de colonizadora, esclavista.



La resultante de todos esos procesos… es que se ha conseguido una homogeneización. Y si no te preocupas, es que te desocupas, y es que abandonas tus responsabilidades, etc. No es cierto.

El asumir lo propio que nos corresponde… es un deleite del vivir. Pero, al ser incapaz de ello, el ser se lanza a la preocupación; a ocupar: a ocupar las posiciones de otros. ¡Y nos ocupan!... ¡Y nos ocupan cada vez que queremos hacer algo! Y hay que darse cuenta de ello, al menos para saber que me están domesticando.

Y que se está haciendo en forma piramidal, directa, indirecta… y que, además, los mayores domesticadores, también entre ellos se domestican, con lo cual parece que estamos en un laberinto “sin salida”.



Así, el Sentido Orante nos orienta hacia… otras consciencias, como la orante, que nos descubre nuestra posición, que nos alerta de nuestra carencia, ¡cadencia!, y ¡costumbre!



Con el silencio… aplacamos la incomodidad, y nos dejamos –quizás- llevar hasta… una indiferencia de preocupaciones, ocupaciones, colonizaciones. Y nos abrimos a esa vía de escape del laberinto, hacia las consciencias… ¡desconocidas!, sí; misteriosas, sí. Pero creadoras. .

Y es curioso sentir –salvo preocupaciones, ¡puf!, radicales, religiosas, dogmáticas, etc.-, darse cuenta de que… “hacia esas consciencias”. Y las plurarizamos porque… son tan infinitas, que podría decirse que cada ser tiene la suya; que tienen similitudes, pero… son diversas.



Por un instante, al dejar de preocuparnos, al no someternos a las ocupaciones y preocupaciones sobre nosotros –y al menos podemos pensarlo-, en la medida en que eso ocurre entramos en otra percepción: esa que nos acoge sin prejuicios; esa que nos acepta en nuestra aptitud; esa que nos recuerda nuestro misterioso origen; esa que… sentimos ¡que verdaderamente nos ama!... Y que no podemos añadir ni un ápice de nuestro amor –que es reflejo de esa Fuerza-, al amor necesario para gestar la vida.



Diluir nuestras dependencias para hacernos interpendientes… en el sentido de ¡sentirnos cohesionados!, conjugados misteriosamente.



Buscamos y… suplicamos, aunque está el Auxilio Creador… Y en esa búsqueda nos abrimos al sonido mántrico que nos dispone hacia el Misterio, hacia des-ocuparnos de lo que nos ocupa, de lo que nos preocupa… y permitirle a la vida vivir… sin los vínculos patológicos de los engarces de poder que se establecen para poder, poder, poder, poder…

 Escuchamos por tres veces y luego seguimos:



SUAAAAAEEEEEEEIIIIIII



Y es bien recordar esa cita evangélica que todos conocen, a propósito de la incertidumbre y la inquietud de los apóstoles sobre qué iban a comer y cómo se iban a vestir. Y ante esa inquietud, la respuesta fue muy simple:

“¿Por qué os preocupáis de qué vais a comer y cómo os vais a vestir? ¿Acaso no os dais cuenta de cómo la Creación ha vestido a los pájaros, con sus plumas; ha llenado la tierra de grano; ha culminado, con sus mejores galas, las flores y su esplendor?

¿No creéis que vosotros también estáis dotados de esa posibilidad?”.



¡Ciertamente! Mas… el desarrollo inteligente hacia el poder, ha dejado de creer… y sólo se cree a sí mismo o a otros que ostenten poder sobre uno.

Y es así como se perpetúa el laberinto, se estructura la razón, se instaura la costumbre…

Se nubla la visión, y ni siquiera permanece la preocupación por salir de esa tortura.



Ahondar… en los recursos creativos.

Creer… en las sensaciones de ¡amor!… que no son gestas de uno mismo, sino que son instancias del auxilio de la Creación.



***